viernes, 4 de noviembre de 2011

PORQUE YO LO VALGO Y PORQUE SÉ VENDERME

Hace no mucho tiempo, lo del márketing personal me sonaba a chino. Me imaginaba empaquetando la mejor imagen de mí misma y saliendo ahí fuera a venderla y ¡puaf!, cómo que no me veía, la verdad. Sin embargo, con los años –y las bofetadas laborales- he ido aprendiendo a darle mayor importancia. Tanto es así, que en las últimas semanas me he encontrado predicando sus bondades entre dos personas de ámbitos muy diferentes. Berta es una amiga de un perfil muy semejante al mío que acaba de dar el salto del periodismo activo a la comunicación. Jacinto es un ingeniero acostumbrado a que su trabajo y conocimientos técnicos hablen por él.

Berta está muy contenta con el cambio. Cierto es que deja el periodismo activo en un momento muy complicado para los medios, en el que los periodistas están viéndole la peor cara a una de las profesiones más bonitas del mundo (¡qué os voy a decir yo!), lo cual deja poco espacio para la nostalgia. Más allá de eso, ha descubierto que tiene muchas más dotes de las que imaginaba para diseñar y poner en marcha la estrategia de Comunicación de una empresa.

Pero hay algo que la tiene preocupada.

—Antes, el resultado de mi trabajo se veía todos los días reflejado en el periódico. Ahora, la mayor parte de lo que hago es invisible.

¡Ajá! Berta se ha dado de bruces con el problema con que nos encontramos los que trabajamos con intangibles, que no es otro que conseguir que las organizaciones conozcan y valoren el trabajo que hacemos.

El dilema de Jacinto es otro, porque su trabajo es técnico y muy, muy tangible. Después de muchos años en la misma empresa, está preparando su currículum porque se teme lo peor: que la crisis traiga consigo un fuerte recorte de personal. Me pide que le eche un vistazo y casi me da algo: a lo largo de cuatro folios, Jacinto ha enumerado los distintos programas en los que ha participado a lo largo de los últimos diez años. Una amalgama de cifras y letras que al común de los mortales no nos dice absolutamente nada.

"Sonaría falso en mi boca"

Lo habéis adivinado. El problema de Berta y el de Jacinto son muy similares: necesitan vender su trabajo, ya sea ante sus superiores o ante el mercado de trabajo, pero no saben cómo hacerlo.

—No sirvo para eso, Sonia, ni creo que sirva nunca—, dice Berta.

—Yo no soy capaz de hacerlo. Soy hombre de pocas palabras. Sonaría falso en mi boca—, contesta Jacinto.

Estoy segura de que más de uno de vosotros se identifica con ellos. ¿O no os habéis encontrado nunca en una situación en la que un jefe o compañero se atribuye los méritos de vuestro trabajo porque vosotros no lo habéis hecho antes? ¿O que en aquel año en que tanto currasteis por aquel proyecto que al final no salió os encontrasteis sin argumentos para defender vuestro bonus? ¿O que miráis con envidia el currículum de Paquita, que lleva la misma trayectoria profesional que vosotros, y os preguntáis cómo le puede lucir el triple?

Y ahora más de uno se encogerá de hombros y pensará:

—Pues sí, pero ¿y qué? Yo no soy bueno vendiendo mi trabajo y no voy a aprender a hacerlo ahora. Es demasiado tarde.

Error, error, error. No es tarde. Nunca. Y menos ahora, en que todos nuestros puestos de trabajo están amenazados en medio de una crisis de la que nadie es capaz de ver el final. Existen técnicas de márketing personal que se aprenden. Y funcionan.

Jefe, he tenido una gran idea

Pero este post acaba de superar las 600 palabras y vuestra atención está a punto de decaer, así que mejor nos concentramos en Berta y Jacinto. Veamos. Berta es un hacha buscando los enfoques que hacen que un episodio empresarial poco lucido a primera vista se convierta en una gran historia periodística. La próxima vez que ella identifique una de estas perlas tiene dos opciones: o contárselo a su jefe en un tono de por-cierto,-podríamos-hacer-esto. Él contestaría no-suena-mal. Y ella replicaría es-una-chorrada-que-no-tiene-importancia-para-eso-me-pagas. O podría cambiar el chip:

—Jefe, he tenido una idea macanuda.

—Tú dirás, Berta.

—Esa historia que contaste del experimento piloto en la planta de Segovia... he pensado en invitar a unos cuantos periodistas y contarles que es la primera vez que se va a hacer en España y bla, bla, bla.

—¡Qué buena idea! Pero, ¿conseguirás interesar a algún periodista?

—Lo tengo todo planeado—, contestaría ella sacando un exhaustivo dossier con diferentes propuestas y presupuestos. —Sólo tenemos que elegir.

—Buen trabajo, Berta. Buen trabajo.

En cuanto a Jacinto, deberá pasar una, dos, tres tardes o las que sean necesarias dándole vueltas a qué puede ofrecerle a una empresa(conocimientos, experiencia, habilidades personales), traduciendo al castellano sus logros técnicos y, ¿por qué no?, edulcorándolos. ¿Acaso no lo hace todo el mundo? Y analizando su proyecto profesional:qué le gusta hacer y qué detesta, en qué tipo de empresas o sectores le interesa trabajar y en qué condiciones... Y plasmarlo en un documento que se convierta en su mejor tarjeta de visita.

Porque, ante todo, uno debe ponerse en valor ante uno mismo. Si Berta y Jacinto no valoran su propio trabajo, ¿quién creéis que lo va a hacer? Ya lo dice el anuncio: Porque yo lo valgo. El siguiente paso es venderlo.

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